Reformas borbónicas

En el año 1700 (comienzos del siglo XVIII), muere sin descendencia el rey Carlos II, último representante de la dinastía de los Habsburgo o Austrias en España. Comenzó así una Guerra de Sucesión (1701-1715) que terminó con la instauración de la dinastía de los Borbones, siendo coronado Felipe V.

Ideología borbónica: Despotismo Ilustrado

Los nuevos monarcas Borbones adherían a un nuevo concepto político llamado despotismo ilustrado. Éste tenía como objetivo un Estado poderoso con la fuerza y la eficacia necesarias para alcanzar el bienestar de los súbditos a través del acrecentamiento del poder de la monarquía, pero de un poder monárquico guiado por las luces de la razón y la ciencia. El monarca ilustrado es un soberano que acepta los principios de la razón y de la ciencia y desea ponerlos en práctica para lograr una mayor eficiencia del Estado, en beneficio de éste y de los súbditos. Sin embargo, rechazan la libertad política y la intervención del pueblo en los asuntos políticos. Por eso, estas reformas se llevan a cabo sin contar con la participación del pueblo; el lema del despotismo ilustrado es "todo para el pueblo, pero sin el pueblo".

Diagnóstico del Imperio Español y necesidad de reformas

Al asumir, los nuevos monarcas Borbones realizaron un diagnóstico de la situación de su Imperio español y pronto advirtieron que España no estaba aprovechando al máximo sus recursos coloniales por mantener un anticuado y muy costoso sistema de gobierno y una explotación inadecuada. Con el fin de corregir esta situación emprendieron profundas reformas, tanto en España como en sus colonias. Estas reformas fueron guiadas por el espíritu de los principios del despotismo ilustrado. Un Estado como el que planteaba esta ideología necesitaba apoyarse en sanas y prósperas finanzas, en un gran poder militar y naval y en una eficiente maquinaria administrativa, campos todos estos que la política reformista de los Borbones españoles tratará de fortalecer. La reforma económica fue el centro de todas sus concepciones y lo más notable de su intento de renovación. A esa reforma económica se dirigieron todos los esfuerzos en todos los campos, desde los proyectos de reforma administrativa hasta los destinados a cambiar aspectos de la vida religiosa.

Reformas administrativas: como los territorios de los virreinatos de México y Perú eran muy extensos y, por lo tanto, difíciles de gobernar y controlar, se crearon dos nuevos virreinatos: el de Nueva Granada y el del Río de la Plata. Además, en las zonas más expuestas a los avances británico y portugués se crearon cuatro capitanías generales, territorios que dependían de los virreinatos, pero tenían bastante autonomía. Para lograr una mejor administración, dentro de los virreinatos también se establecieron unidades administrativas menores, las intendencias. Las nuevas medidas también intentaron conformar una alta burocracia, más fiel a los intereses de la metrópoli. Para ello, los nuevos funcionarios, en su mayoría peninsulares, eran nombrados directamente por el rey.

Reformas religiosas: se impuso el regalismo, es decir, la preeminencia o control del Estado sobre la Iglesia. Como parte de esta política, se decidió en 1767 la expulsión de la orden religiosa de los jesuitas, tanto de España como de las colonias. Esta medida se debió a la desconfianza que ocasionaba en el gobierno el gran poder alcanzado por los jesuitas en algunas regiones de América.

Reformas económicas: se aumentó la presión fiscal, que debía estar garantizada por los nuevos funcionarios metropolitanos, y, si bien se mantuvo el monopolio comercial, se modificó el sistema comercial con el Reglamento para el Comercio Libre (1778), que anuló el antiguo sistema de flotas y galeones y habilitó un mayor número de puertos, tanto españoles como americanos, para el comercio entre la metrópoli y las colonias. Uno de los puertos habilitados fue el de Buenos Aires, la capital del Virreinato del Río de la Plata.

Impacto de las reformas borbónicas

En algunos lugares, como el Río de la Plata y Venezuela, las reformas económicas fueron bien recibidas por los comerciantes porque vieron la posibilidad de ampliar sus transacciones. Otros cambios, como el aumento de la presión fiscal y el hecho de que los peninsulares desplazaran a los criollos de los cargos administrativos que ocupaban en sus respectivas localidades, generaron fuertes resistencias, que se manifestaron en algunos casos de manera violenta.

El proceso de independización de Buenos Aires con respecto a Lima, con la creación del Virreinato, es una manifestación del lento traslado del centro de gravedad económico de la costa del Pacífico a la del Atlántico, lo que se ha llamado la atlantización del comercio hispano colonial. Hacía tiempo que Buenos Aires clamaba contra la vía comercial que desde España debía dirigirse a Panamá, de allí al Perú por el Pacífico, para luego, en interminable ruta de carretas, llegar a Buenos Aires: largo trayecto que multiplicaba en absurda proporción los precios de los fletes e impuestos que para los habitantes del Plata constituía un privilegio de los comerciantes de Lima. Estas reformas satisficieron sus reclamos, pero perjudicó seriamente a los de Lima.

A pesar de que en algunas regiones las reformas borbónicas deterioraron la relación entre España y sus colonias, no desencadenaron el proceso revolucionario en América. Los sucesos ocurridos años más tarde en Europa desembocarían en la ruptura definitiva de los lazos coloniales.


Volver a Inicio

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar